sábado, 4 de diciembre de 2010

701

No crea que le digo esto por salvar las apariencias. Pero me he sentido como un intruso, en este lugar, en este tiempo, en este cuerpo. De todas maneras no sé si usted lo nota, es una intrusión que dura lo que un abrir y cerrar de ojos.
Veo cómo se aferran a esto que llaman vida, se desesperan al punto del delirio, del espasmo que hace aferrarse a una tabla al garete.
Hoy me asomé desde tu ventana y abajo, en el zaguán vi a un hombre acostado sobre un cartón. La noche no ocultaba sus rasgos de ser curtido por los años. Corría un fuerte viento y de pronto ahí, sin cobija, apenas sus ropas de verano. Juraría que me miró, a pesar de la distancia, y entonces de lo que era una improvisada almohada hecha de una tela rojiza, se cubrió el rostro.