Ven y vámonos
Que la noche termina
Que el misterio nos lleve
Cuando entre el día
E irrumpan con sus blasfemias
Los habremos burlado
Habitaremos otros hechizos
Remontaremos otros horizontes
Tu siempre ahí
La presente
Y la perdida
domingo, 7 de julio de 2013
lunes, 1 de julio de 2013
El viaje
Abordaré la barca. Es grande y la veo desde lo alto del húmedo muelle. Camino hacia la entrada. Una rampa tendida cual ruda alfombra y la obscuridad del túnel que desemboca en el acceso hacia la nave.
Llego a ella y la abordo sin ningún apuro por zarpar.
Me entretengo en la quieta contemplación de lo que me rodea. Las aguas del manso río, la figura de aquellos barcos que recuerdan las canoas orientales con su techo curvado. Algunos hombres que tienden sus vidas en el ir y venir de las mareas.
De pronto empieza a moverse y nos vamos alejando de la orilla. La navegación se ha iniciado y al instante estamos haciendo efímeras líneas en las aguas. Y así continuamos por un rato.
Pero de un momento a otro el viaje se torna agitado. Alcanzo a ver que las aguas se encuentran más adelante con otras que en furiosa correntada llevan un rumbo transversal al nuestro. Decididamente nos dirigimos hacia allá.
El experto piloto debe tomar la corriente. Al acercarnos diviso otras naves que van en la corriente, ya estabilizadas, sin ningun problema.
Las sacudidas son violentas, casi brutales. Pero abruptamente se detienen: hemos logrado tomarla.
Llego a ella y la abordo sin ningún apuro por zarpar.
Me entretengo en la quieta contemplación de lo que me rodea. Las aguas del manso río, la figura de aquellos barcos que recuerdan las canoas orientales con su techo curvado. Algunos hombres que tienden sus vidas en el ir y venir de las mareas.
De pronto empieza a moverse y nos vamos alejando de la orilla. La navegación se ha iniciado y al instante estamos haciendo efímeras líneas en las aguas. Y así continuamos por un rato.
Pero de un momento a otro el viaje se torna agitado. Alcanzo a ver que las aguas se encuentran más adelante con otras que en furiosa correntada llevan un rumbo transversal al nuestro. Decididamente nos dirigimos hacia allá.
El experto piloto debe tomar la corriente. Al acercarnos diviso otras naves que van en la corriente, ya estabilizadas, sin ningun problema.
Las sacudidas son violentas, casi brutales. Pero abruptamente se detienen: hemos logrado tomarla.
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