viernes, 10 de abril de 2020

La mariposa y el capullo.

Cuando alguien se va, lo que queda tuvo que ver con él, pero ya no. Como el capullo que es abandonado por la mariposa.
No estoy seguro de qué es la mariposa, si es. Pero de lo que estoy seguro es de que, el que se fue, ya no está y lo que queda es el capullo.
Como decía en su poema Constantino Cavafis:

Nos despedimos por una semana
No supe que esos siete días
Iban a durar para toda la vida
Uno nunca sabe
Cuándo está diciendo adiós.

Y esto no es para abrumarse por la pena o la angustia.
Todo lo contrario, es para apreciar el presente irrepetible, a las personas y momentos que damos por sentados.
La bruma es no saber si vas a estar vivo al siguiente minuto, si ese bombardeo va a atinar en tu refugio; o que mañana invadirán el lugar donde vives y no sabes qué será de ti ni de los tuyos, y sucede, y mueres y se acaba todo o eres prisionero y tu familia desecha; o llegan unos extraños y te secuestran a ti y a los tuyos, te separan de tu gente y con insolencia te esclavizan; o estás en tu barraca, dicen que los llevan a darse un baño, pero te das cuenta que algo no va bien, tomas la mano de tu hija y te conducen hacia allá hasta que, dentro, todos se estremecen y retuercen desesperados por los gases; o caminas por un mercado en Kabul comprando tu comida, cuando de pronto todo se quiebra y estalla, con trozos de cuerpos y gritos..; o ves en la calle a alguien durmiendo en un portal, íngrimo, abandonado y lo mejor que se te ocurre es tomarle unas fotos.

¡Y crees que tienes problemas y te hundes en tu pequeña angustia!